domingo, 6 de marzo de 2011

El día de la mujer trabajadora

Andrea está todavía dentro de mi vientre. El día probable de parto es el día 8 de marzo. Es la tercera hija de una familia humilde. Sus hermanos, Anabel y Kike, la esperan ya ansiosos.
Ella y yo nos llevaremos 35 años de diferencia, y espero que no sean solo los años la diferencia que ella encuentre cuando venga a este mundo.
Aprovecho para ponerla de protagonista porque el día que se conmemora el día de la mujer trabajadora es especial para todas aquellas mujeres que seguimos apostando por la igualdad entre hombres y mujeres en esta sociedad.
He sido afortunada de vivir un progreso democrático, y crecí con los valores y la necesidad de creer que todos somos igual de importantes dentro de la esfera social en la que vivimos. Siempre creí en la posibilidad de cambiar las cosas que no nos gustaban e imaginar que todo progreso era posible. Después crecí, con esas ideas “quijotescas” como decía mi padre, porque según él y su experiencia “el mundo no era así”. Una verdad agría que se fue presentando a lo largo de mi maduración en la vida.
Sin darme cuenta me educaron en el rol femenino, en las tareas domésticas, en ser inferior al hombre. Aunque siempre fue con disimulo y con cierta ignorancia de pensar que las cosas eran así. Yo nunca lo acepté, y pensé que mi condición de mujer era tan respetable, tan lícita y tan necesaria como la masculina. Luego vino el mundo laboral y la vida familiar, y aunque mucho se ha cambiado, los vestigios de ser mujer todavía están separados por una gruesa línea que nos diferencia de ellos, los hombres.
Sin embargo, siempre he luchado por mantener mis valores, el sacrificio y el esfuerzo deben ser constantes aunque el resultado no sea el deseado.
Somos, en la sombra, las que vamos levantando el mundo. Somos las que, mayoritariamente, educamos a nuestros hijos. Las que en las situaciones adversas familiares doblamos nuestra jornada laboral para que el sustento familiar no falte. Las que sacrificamos nuestras horas de sueño para que en nuestro hogar siempre reine la felicidad.
Sigamos luchando por la igualdad, apoyando a quienes nos necesitan y apostando por plantar en nuestros hogares la semilla del progreso verdadero.
Espero que mis hijos comprendan el valor de estas palabras y sepan transmitir el legado que muchas madres queremos darles.
Felicidades a todas las mujeres, sean madres, hijas, trabajadoras, desempleadas o unas simples soñadoras.