miércoles, 27 de junio de 2012

Soy minero de esta sociedad




     Los mineros se han hecho escuchar. Ya todo el mundo habla de ese grupo de trabajadores y a todos  llega la fotografía: Hombres de cara tiznada, con su casco-linterna y su mono azul y mujeres con el puño en alto acompañando a sus maridos. Y esta imagen la tenemos siempre en movimiento. Ahora los mineros están fuera de sus minas mientras caminan y reivindican su lugar en la sociedad.

   Y mientras, el resto los mira y habla y cuestiona su lucha. Y en esos comentarios que todos hacen (o hacemos) se pone en duda la rentabilidad del carbón español, de las energías renovables, de las nucleares... Y no se cae en la cuenta de que no se trata de una simple operación matemática de las que el neoliberalismo ha metido en las cabezas de todos los ciudadanos: "Si compro por uno vendo por diez, he ganado nueve". Dicen los que buscan el beneficio por el beneficio en las empresas.

    La crisis especulativa que vivimos a nivel mundial ha permitido crear una sociedad muy fraccionada: Muy ricos contra muy pobres ya que la escisión entre clases sociales ya está demasiado marcada. Y es que, los ricos, cada vez más ricos y poderosos, han construido un mundo donde los pobres, cada vez más pobres, sucumben a ellos y entonces, el todopoderoso, somete la vida del obrero sin importarle que trabaje más de las ocho horas marcadas por la ley, ni que sea por un mínimo sueldo irrisorio, porque todo vale con la condición de que el empleado sea un simple número que aumente la plusvalía de sus activos.

     Sin embargo, los mineros representan la ficha en la destrucción del tejido social y humano que ahora acontece. Y con sus reivindicaciones consiguen que el resto de ciudadanos sean consciente del agravio que se origina que tal demolición. Porque la sociedad es el conjunto de acciones, cooperaciones e infraestructuras entre sus diferentes piezas: ciudadanos, políticos, empresarios, empresas, servicios, ect... Si esta cadena se rompe no funciona nada. Un pueblo debe actuar por sí mismo y crear trabajo que genere la convivencia entre todos sus nexos con el fin de que todos puedan convivir de una manera justa y ordenada. Aunque ahora, el modelo que funciona es el de mucho para uno y poco para muchos.

       La minería puede no ser rentable en estos momentos, pero en esta coyuntura que ha llevado a la crisis es necesario que se replantee ¿qué es lo que debe prevalecer? Debe primar la coherencia de crear trabajo, de que todos los miembros de una comunidad puedan participar, sentirse útiles, beneficiarse de la colectividad que somos todos, asistirse los unos a los otros. En otras palabras: Crear la base de una sólida sociedad. Pero ajeno a las necesidades del pueblo el gobierno "rescata" a los bancos e indulta a corruptos, favorece al rico y desprestigia al pobre. Y no hace nada para mantener el flujo económico de otros sectores, ni se molesta en invertir en I+D+i y alimentar el ciclo del núcleo urbano donde el hombre desarrolla su vida.

      Un trabajo no es un salario mileurista es el progreso que va encadenado a una serie de elementos que permite que la vida de la urbe o del pueblo tenga subsistencia y prosperidad. De nosotros depende que esos mil euros rueden en  la cadena de la bonanza de nuestra patria y ayude al panadero, al carnicero, al farmacéutico... El resultado de la operación "compro por uno y vendo por diez" no debería predominar más que la lucha de los mineros (y cualquier otro oficio) por nutrir la identidad que nos caracteriza como humanidad.

miércoles, 20 de junio de 2012

El final de curso

      


     Se acaba el curso. Un año más llegan las vacaciones de verano, mientras decenas de niños planean en el patio cómo será el verano, qué nuevos compañeros de juego encontrarán, dónde viajarán con sus padres y planear además cómo no olvidarse de los mejores amigos.

    Acaba un curso lleno de conflictos provocados por unas situaciones verdaderamente alarmantes. Aún no sabemos cuántos niños nos reubicarán al comienzo de curso, cuántos profesores tendrán nuestros hijos, cómo será el nuevo curso escolar. Pero los niños están ajenos a todos estos problemas. Los niños y muchos padres que no han querido ni ver ni oir, como si la cosa no fuera con ellos. Y es cierto, no va con ellos sino con sus hijos.

   De este curso me llevo muchas decepciones, y no solo por el Gobierno Central y las Autonomías. Ya que muchos ya sabíamos cuales serían los planes para el ciudadano de a pie. Ni tampoco decepciones por la patronal, que lejos de asumir su responsabilidad como empresarios se afianza en la ley del más poderoso sin percibir que la unión de todos es la base de la fuerza. Estoy decepcinada con mi pueblo y cansada de verlos día a día tan impasibles, con la mirada perdida en otros pensamientos.Ajenos a lo que  se cuece en los despachos de nuestros gobernantes y entretenidos con cortinas de humo y técnicas de control a las que bien sucumben.

   Algunos dicen que se respete su posición, sus pensamientos o sus ideas. Pero no se dan cuenta de que nos han separado por completo, que sus justificaciones no tienen valor ni están sustentas por ningún razonamiento convincente. ¿Cómo respetar el miedo, o la inoperancia, o el desequilibrio y la ilógica? No sería racional apoyar estas decisiones. Nadie se ha parado a pensar en la sociedad individualista y deshumanizada en la que nos han convertido. Somos capaces de criticar la falta de una extraescolar antes que posicionarnos ante el desmantelamiento de la educación y la sanidad. Porque nos han convertido en seres capaces de fingir y cuestionar un tipo de vida que tomar las riendas de la nuestra. Y yo no estoy dispuesta a dejarles este legado de "sumisión" a mis hijos.

    Pero pese a esta desilusión de aquellos a quienes sí respeto, pero no acepto sus decisiones, vuelvo a exigir a la ciudadanía esa fuerza necesaria para poner el motor en marcha, porque hay un refrán que dice que es más fácil engañar a la gente que convencerles de que les han engañado, ¿y tú, en qué lugar te encuentras?

domingo, 10 de junio de 2012

Fuerza de mujer







Desde el 15 de junio hasta el 1 de julio podrá verse la obra "fuerza de mujer" realizada por la artísta Carmen Alarcón en la sala Lonja Medieval, en Plaça de Baix Elche




La mujer, el arte y la sociedad. Una combinación que durante siglos se ha mantenido en silencio, oculta en los rincones de la esfera social y doméstica. Y donde el protagonismo se atribuía a lo masculino.

La belleza, el corazón y el sentimiento. Unos términos asociados a la mujer, al símbolo de lo femenino. Un poder escondido, pero quien conoce al débil sexo sabe de su fuerza interior, del gran amarre de las sensaciones que sólo ellas saben transmitir en la ingrávida del tiempo.

Tengo una clara imagen de Carmen Alarcón: sus manos. Siempre manchadas con restos de pintura, de escayola... de arte a fin de cuentas. Pero lo más llamativo de esta mujer es la evolución de su carrera profesional desde el primer instante en que la artista se funde con la persona.

Su obra evoluciona al mismo tiempo que lo hace ella en lo personal. Sus cuadros y sus esculturas plasman la realidad que escapa al resto de los mortales, porque en el talle de sus esculturas yace la mujer como símbolo de creación: de nacimiento y de muerte, de eclosión y de envejecimiento, de luces y sombras. Son marcas que deja el paso de la evolución propia.

No es fácil adentrarse en el alma de quien moldea el barro y lo transforma en iconos femeninos. Q
uien talla en la madera sus propias heridas. De quien dibuja bocetos que arañan sus propias debilidades o traza con el carbón sus fortalezas. Una obra que describe en cada talle o en cada pincelada las virtudes y los defectos de la propia autora. Por lo tanto, la indagación de su interior nos ofrece en esta exposición la empatía necesaria de toda mujer en el arduo camino de serlo.