jueves, 16 de septiembre de 2010

Fronteras

Existe un momento crucial para el desarrollo del ciclo social en la vida de las personas y ese momento es el del nacimiento. A partir de ese instante la vida queda vinculada a la tierra que te ve nacer, a sus costumbres, a su cultura y a la posición que ocupa frente al resto del mundo.
Ese es el momento donde un niño pulcro en ideologías, religiones, bondad o maldad comienza su camino y su identidad. Una vida que puede convertirse en fácil o difícil. Una cara lavada con los mejores jabones o manchada del hollín de la pobreza.
Las madres dan a luz en las esquinas de las fronteras aún sabiendo que cada grieta en ellas puede suponer elegir un camino mejor o peor. Y sin embargo, hay quienes no se dan cuenta de este detalle, y cuando esas personas buscan un lugar para su supervivencia, otros, esos a quienes se les ha otorgado el poder los humillan y los devuelven, como si fueses animales sin dueño, al lugar de donde provienen.
Pero parece ser, que en este mundo que va tomando una conciencia individual cada vez más acentuada, nadie se percata de ese pequeño detalle. Y quienes tuvieron la suerte de nacer al otro lado de la frontera, donde el camino es menos costoso, donde las infancias son dirigidas hacia el poder y educadas para gobernar, lo hacen sin piedad. Frente a ellos quedan aquellos que no encuentran jabón para limpiarse la mugre de sus caras, que llevan cargadas en sus viejas maletas la imagen irreal de lo que no son, y colgados en el regazo niños que jamás podrán vivir en la plena libertad de elegir sus caminos.
Allí alzados en el atril del poder señalan, humillan y despojan a los que no quieren de su país. El territorio que ellos mismos se han atribuido y que otros esclavos, llamados ciudadanos, crean para su uso y disfrute.
Nadie se da cuenta de que las fronteras separan, que el mundo se divide en el momento mismo de la concepción.

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