miércoles, 20 de junio de 2012

El final de curso

      


     Se acaba el curso. Un año más llegan las vacaciones de verano, mientras decenas de niños planean en el patio cómo será el verano, qué nuevos compañeros de juego encontrarán, dónde viajarán con sus padres y planear además cómo no olvidarse de los mejores amigos.

    Acaba un curso lleno de conflictos provocados por unas situaciones verdaderamente alarmantes. Aún no sabemos cuántos niños nos reubicarán al comienzo de curso, cuántos profesores tendrán nuestros hijos, cómo será el nuevo curso escolar. Pero los niños están ajenos a todos estos problemas. Los niños y muchos padres que no han querido ni ver ni oir, como si la cosa no fuera con ellos. Y es cierto, no va con ellos sino con sus hijos.

   De este curso me llevo muchas decepciones, y no solo por el Gobierno Central y las Autonomías. Ya que muchos ya sabíamos cuales serían los planes para el ciudadano de a pie. Ni tampoco decepciones por la patronal, que lejos de asumir su responsabilidad como empresarios se afianza en la ley del más poderoso sin percibir que la unión de todos es la base de la fuerza. Estoy decepcinada con mi pueblo y cansada de verlos día a día tan impasibles, con la mirada perdida en otros pensamientos.Ajenos a lo que  se cuece en los despachos de nuestros gobernantes y entretenidos con cortinas de humo y técnicas de control a las que bien sucumben.

   Algunos dicen que se respete su posición, sus pensamientos o sus ideas. Pero no se dan cuenta de que nos han separado por completo, que sus justificaciones no tienen valor ni están sustentas por ningún razonamiento convincente. ¿Cómo respetar el miedo, o la inoperancia, o el desequilibrio y la ilógica? No sería racional apoyar estas decisiones. Nadie se ha parado a pensar en la sociedad individualista y deshumanizada en la que nos han convertido. Somos capaces de criticar la falta de una extraescolar antes que posicionarnos ante el desmantelamiento de la educación y la sanidad. Porque nos han convertido en seres capaces de fingir y cuestionar un tipo de vida que tomar las riendas de la nuestra. Y yo no estoy dispuesta a dejarles este legado de "sumisión" a mis hijos.

    Pero pese a esta desilusión de aquellos a quienes sí respeto, pero no acepto sus decisiones, vuelvo a exigir a la ciudadanía esa fuerza necesaria para poner el motor en marcha, porque hay un refrán que dice que es más fácil engañar a la gente que convencerles de que les han engañado, ¿y tú, en qué lugar te encuentras?

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