miércoles, 7 de octubre de 2009

La doble moralidad

Vivo en una sociedad donde la doble moralidad se convierte, en la mayoría de las personas, en su signo de identidad. Hace unos días salió publicada la noticia de un banquero eficiente e inteligente cuya labor profesional ha sido alabada y merecedora de todo tipo de elogios (y no hablemos de las lucrativas ganancias que ayudó a ganar a la empresa que trabajaba). Dicha noticia fue cuestionada por mucha gente, entre otras cosas, porque en la actual época de crisis resulta algo tan ostentoso y tan altanero comentar dichas barbaries económicas.
Bien, me parece estupendo que se le reconozca a esta persona su trayectoria por el mundo de las finanzas y que, su empresa o banco o cualquier ente, esté dispuesto a “agradecerle” todo su camino laboral.
Claro, que esto también nos resulta teatral a muchos trabajadores, parados y resto de la sociedad. Porque uno se pregunta ¿y a mí quién me valora mis largas horas laborales, mi sueldo que no llega a fin de mes, las horas que dedico a mi trabajo y no a mi vida familiar, las veces que he tenido que llamar a mi madre para que se ocupe de la educación de mis hijos porque yo no puedo hacerlo? Nadie, absolutamente nadie.
Y es que la doble moralidad nos arrasa como un tifón de esos que se lo lleva todo por delante. Nos han educado para que veamos con buenos ojos las jerarquías, para sentirnos inferiores si en nuestra nómina dice “personal no cualificado”, para recoger fresas a tres euros la hora y no quejarnos porque vendrán los de fuera a robarnos el trabajo (cuando el trabajo sólo nos lo roba quién no nos lo ofrece porque pedimos ¡santísima virgen! lo que indica el convenio). ¡Sufrid, sufrid hijos míos! Dice la Biblia, que aquel que más sufrimiento lleve tendrá las puertas del Paraíso abiertas.
Y a estas alturas de la crisis creo que el Paraíso va a tener que cobrar entrada…

No hay comentarios:

Publicar un comentario