sábado, 18 de diciembre de 2010

EL DESEO DE LA IGUALDAD EMPAÑADO

Pocas son las mañanas que al leer la prensa mis ojos evitan fijar la vista, con una tristeza que se agudiza, en noticias sobre la violencia de género. Mujeres que pierden la vida a manos de personas que fueron importantes en la suya. Tan importantes que hasta decidieron acabar con ellas.

Cuando era niña y comprendí el concepto de la igualdad supe que no hay diferencia entre hombres y mujeres. Sin embargo, la vida me ha ido enseñando que sí que la hay. Que nuestra condición femenina no es suficiente para que nuestro desarrollo evolucione sin que la lacra de una mentalidad machista aflore en las esquinas oscuras de la ciudad. Tan cruel como que un día amanezca manchada de sangre junto al cuerpo de una mujer que ha sido calumniada y desvalorada por quien no acepta como es.

Muchos son los medios que se utilizan para radicar este odio, y sin duda, ninguno sirve en el momento en el que un hombre decide poseer la vida de otra persona y respire su último aliento hasta manchar sus manos de sangre.

¿Qué es lo que debemos hacer? Supongo que seguir luchando. Y como mujeres educar a nuestros hijos, los que serán el futuro, para que comprendan y entiendan cual es el verdadero significado de la palabra igualdad.

¿Y mientras tanto? Esperar que el amor no se convierta en odio. Ni que las alegrías se tornen amargas en las familias destrozadas por esta violencia absurda.

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