Tengo un nudo en la garganta, y un orgullo que demostrar.
Veo las calles de Madrid tomadas por hombres y mujeres que se hacen llamar: “los mineros del carbón”. Siento tal admiración hacia ellos, tal alegría de saber
que hay gente tan comprometida y tan capaz de luchar por su propia vida, que me
entran ganas de llorar de alegría.
Llevo mucho tiempo relevándome contra esta crisis y siempre
me encontraba con la mismas palabras en forma de escudo para muchos: “No
podemos hacer nada, ¿qué vamos a hacer nosotros?” Sí, podemos hacer muchas cosas. Porque pese a que los que
están arriba gozan de un poder “divino” somos nosotros quienes con nuestro voto
los colocamos ahí, con lo que llamamos democracia representativa, pero ¿de quién?
Siento la necesidad de abrazar a cada uno de estos mineros,
que dijeron “¡basta!”, que se negaron a que les arrebataran su vida y sus
sueños y sobre todo, se negaron a que les quitaran el trabajo que sustenta sus
vidas y las de sus familiares.
Siento un gran orgullo hacia estas personas que se han
recorrido las carreteras en un acto de fe, pese a encontrar muchas piedras en
el camino, muchos soles quemando su piel pero muchas lunas alimentando su
lucha.
Como decía Nelson Mandela: “No es valiente aquel que no
tiene miedo, si no quien sabe conquistarlo”
A estos hombres tiznados de negro que nos reveláis el valor
del ser humano,
¡Enhorabuena!
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