lunes, 1 de junio de 2009

“Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra”. Antonio Gala

Miles de niños fueron asignados ayer al lugar donde se les impartirá una educación y una cultura. Estos niños, ajenos a los trámites que sus padres han tenido que hacer frente en los últimos días, gozan aún del calor sus guarderías, del sol matinal en los parques, o de los paseos cogidos de la mano de sus abuelos.

Se les asigna un lugar en el que conocerán a sus mejores amigos, en el que aprenderán disciplina y, algunos, practicarán la adoración por sus profesores. Muchos de ellos, en sus juegos imitativos querrán ser en el futuro como esas personas que durante sus años de escuela tantas cosas les van a enseñar.

Niños en edad de escolarización a los que se les va a designar un futuro, y madres que revisan las famosas listas de admitidos para ubicar a sus hijos. Unas salen sonrientes, mientras que otras desencadenan la impotencia cuando el nombre de su hijo no aparece en las listas de admitidos.

Detrás de ellas resuenan los ecos de unas palabras vacías de contenido “qué mala suerte has tenido”, vacías de sentimientos. Palabras que no reflejan la verdadera situación de estos niños, porque esa mala suerte no es tal sino la aplastante verdad que surge cuando el famoso y arrogante poder roza la debilidad de su contrario. Cuando dicho poder es el causante de que miles de familias que no son asesoradas por buenos asesores, que cumplen cívicamente con sus responsabilidades como ciudadanos, que no conocen a los directivos altaneros de algunos colegios públicos que se saltan las normas y se creen con el derecho de señalar quién o quienes gozarán de un colegio público que pagamos todos los ciudadanos, que se creen que el derecho de privar a las familias humildes de un colegio cerca de su lugar de residencia para enviarlos lejos, a la periferia y sin ningún escrúpulo. Esos, que en este momento no son conscientes de que ese gesto arrogante y manipulador es determinante para la vida de algunas familias.

Son momentos como este, los que la injusticia hace eco en mis oídos. Es triste, muy triste que todos seamos cómplices de esta situación, y triste el sentimiento picaresco que salpica a todos los españolitos. Vivimos envueltos en una corrupción que nos mancha a todos, y lo más penoso es ver cómo los ciudadanos seguimos con los brazos cruzados y los ojos vendado y sin hacer absolutamente nada.

1 comentario:

  1. Que pena, una educación obligatoria que marca la constitución, y casi recemos por tener una plaza digna en un colegio público. Y seguimos sin mover un dedo, como tu bien dices. Besos

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