martes, 26 de marzo de 2013

Esa mujer aparadora


Autor: Lola Soler


Y homenajeamos a las aparadoras. Esas grandes mujeres que trabajaron en la clandestinidad de sus hogares, sin que nadie les ofreciera unas dignas condiciones de trabajo.
Esas mujeres que criaron a sus hijos entre hilos y cortes de zapatos, mientras esos niños también refinaban, cortaban hilos, o ayudaban a sus madres a organizar el trabajo que un repartidor dejaba cada mañana en un gran saco en el portal. Y que a veces recriminaba la urgencia del trabajo terminado, sin conceder a esa familia un suspiro para una enfermedad o las rutinas escolares de sus hijos.
Esas mujeres que mezclaron en sus hogares el olor a cola, suavizante de la colada y el cocido de los fogones, sin una mínima prevención laboral que les amparara.
Esas mujeres que no tenían horario, y que muchas veces, ante las premuras, ya ponían sus máquinas de aparar a tempranas horas de la mañana, y que para muchos de nosotros fue el sonido del despertador.
Homenajeemos  a esas mujeres que hoy sufren enfermedades como la fibromialgia o la parálisis del calzado y que por ser invisibles en la seguridad social, muchas carecen hoy de una jubilación digna o de una calidad de vida decente.
Y hoy,  les rendimos tributo a bombo y platillo. Les dedicamos una plaza, y vamos borrando signos de otro color, y pintamos de demagogia y de adules inmerecidos a quien, en la realidad, mira hacia otro lado evitando que sus ojos se contaminen del mal real de esta sociedad.
Sí, homenajeemos a esas mujeres invisibles, víctimas de una economía sumergida, de un trabajo esclavo que se sumó a ser madres y esposas en sus hogares, y que nadie quiso festejar ni atribuir.
Homenajeemos a las mujeres cuya profesión fue la de aparadoras pero con dignidad y no con un mero nombre en una plaza escrito con un lápiz blando que aún deja ver cómo se ocultan otras desgracias en el mundo.

Autor: Lola Soler

viernes, 22 de marzo de 2013

Confiamos!!!





La coordinadora de la plataforma de interinos de la comarca, docentes, alumnos y padres hemos vivido un momento histórico que nos reafirma en la idea de que ¡Sii se puede!.

La concentración social vivida en Ceip Clara Campoamor dio una respuesta clara y concisa a quien pensaba callar la voz de los ciudadanos. Allí, en las puertas de un colegio nuevo pero firme nos opusimos a los recortes y mostramos la confianza al sistema educativo existente.

La agitación social que se vive a causa de la crisis, los continuos recortes que se están llevando en todas las esferas sociales, y que para más INRI, no conllevan una mejora de los sectores como educación o sanidad hace que el pueblo se manifieste y adopte la conciencia necesaria para dar una respuesta contundente y escueta: ¡Basta ya!

Desde la plataforma nos informaron in situ de la respuesta a las protestas y la huelga, ya que su presión y su alto porcentaje de participación y seguimiento -entre el 60 y 100% en varios centros de las comarcas del sur de la provincia d'Alacant- ha conseguido que Conselleria convoque a una nueva mesa para la semana que viene. Y tras éste comunicado se escuchó un apasionado grito común: "¡Si se puede!"

Espero que esta unión de colectivos, de familias y de vecinos haga reflexionar, y muy seriamente, a quien tenga el privilegio de cambiar las cosas. Por que no estamos dispuestos a consentir más humillaciones ni más actos que desestabilicen nuestras vidas.

Agradecer a TODOS los que con su granito de arena, con su voz y con su estar han contribuido al éxito de este pequeño gran progreso en el diálogo social. GRACIAS.

miércoles, 20 de marzo de 2013

17 de septiembre de 1986



17 de septiembre de 1986. Mi madre, junto con otras vecinas de la zona y afectadas por la decisión del Consejo Municipal Escolar, que obligaba a los niños  de una zona de Elche al traslado a otro colegio ubicado en una zona mucho más alejada del domicilio de los alumnos. Entre otras muchas reivindicaciones aquellos días, también se trataba de posicionarse ante la falta de docentes en el nuevo colegio dónde yo terminaría mis estudios de EGB, el Ceip Ausias March. Y en esa foto amarillenta, está ella, y yo. Un recorte de periódico que ha avivado la idea de seguir peleando por lo que uno cree.

Siempre he aprendido de ellos, de mis padres. he aprendido a ser honesta, a trabajar y ganarme el pan (como decían mis abuelos), a luchar por lo que uno cree. Creo que aquella accion de aquellas mujeres siempre me dejó una huella, una dulce huella que el mantra que utilizo cuando el desánimo se apodera de mi.

Y desgraciadamente, mis hijos han tenido que vivir, casi veinticinco años después las mismas dificultades que nosotros: La deficiencia de un sistema educativo, sin un centro donde estudiar y tener que errar de unas aulas en unos locales comerciales, a colegios que no nos pertenecían hasta llegar a un colegio que un año más tarde se quedó, literalmente, sin patio.

De aquella lucha que aún recuerdo, aquellas grandes mujeres consiguieron que sus hijos tuvieran un autobús durante tres años, que nos recogía desde la Plaza Barcelona y nos llevaba hasta el barrio de Casablanca, y después nos devolvía a casa.

Luego fue el instituto, y luego los vaivenes de la vida que te hacen decidir qué camino seguir.

Y por ello, esa educación a la que estuve expuesta. Esos días cargados de tensión, de necesidad e impotencia cundo yo apenas tenía once años, aquella semilla ha germinado y ha dado fruto al árbol que soy, y entre mis ramas, mis hijos, ya hay una historia vivida que nos guía para seguir luchando por lo que creemos que es justo: Una educación de calidad.

viernes, 15 de marzo de 2013

Acoso y derribo a mis queridos maestros



Soy madre de tres niños, dos escolarizados en ese colegio llamado Clara Campoamor que es tan perseguido por la Consellería y por los acérrimos de castellanizar España y ningunear el idioma valenciano. Y cuyas acciones bien alimentan el ego de quienes, en el poder, también lo desean.
El motivo de este escrito es el de denunciar el acoso psicológico que sufre el profesorado constantemente, bien por parte de Consellería o bien por los individuos antes citados. Ya que resulta que las últimas noticias que hemos tenido han sido precisamente un nuevo ataque al profesorado. Concretamente contra una profesora interina que ayer ejercía su derecho a la libertad de expresión y a su protesta, y que llevaba un cartel en el que pedía que se valorara su trabajo, porque los derechos firmados y pactados en el vigente acuerdo de estabilidad de interinos, ha sido machacado por Consellería, condenando a los interinos con más de 15 años de experiencia al paro sin tener en cuenta ni su labor educativa, ni su experiencia docente. Y esta protesta parece que ha molestado mucho a algunos padres, que actuando como auténticos paparachis hasta han inmortalizado sus denuncias con fotografías.
Me parece un acto totalmente incongruente el que se amoneste al profesorado por su forma de expresión, cuando se permite públicamente el ser estandartes de grandes empresas de moda, promocionando gratuitamente las marcas de industrias que explotan incluso a niños. Pero claro, eso lo permitimos. Dejamos que las empresas entren en los colegios a buscar a futuros clientes potenciales, o usar a los niños como cebo para el consumo de los padres. Eso no lo denunciamos, eso lo permitimos. Y sin embargo, ponemos la zancadilla a profesores, les exigimos más trabajo y avivamos el odio entre algunos padres y maestros.
Sin embargo, yo no estoy de acuerdo en este acoso y derribo, ya que les debo mucho a los profesores, y como defensora de la Escuela Pública y de Calidad exijo la protección de aquellos a quienes he delegado mi total CONFIANZA Y RESPETO y se les deje trabajar con dignidad sin más atropello.

miércoles, 13 de marzo de 2013

El hurto de la necesidad




Ayer, mi hija me pidió una chocolatina. Esas de renombre que te hacen parar el mundo para degustarlas. Y como estamos en crisis y tenía que comprar tres en vez de una-por eso de repartir entre todos los  hermanos- decidí bajar a un gran establecimiento. De esos en que todo parece más barato.

Me dirigí al sitio, sabía el trayecto y el lugar exacto dónde encontrarlas. Al llegar me incliné para cogerlas y poder comprarlas. Y con éste inocente gesto rompí el espacio entre un señor y sus acciones.

Pude observar, sin mirar y sin ser vista, como alguien a mi lado abría su cazadora e introducía algo para volverla a cerrar y ocultar así lo que no estaba dispuesto a pagar. No quise volver mi mirada ni ser cómplice de aquella situación, porque ya me sentía encubridora de lo que sucedía.

Pero también sentí su vergüenza, sus nervios, su no saber qué hacer después. Y allí se quedó, fingiendo que buscaba algo más con unos ojos perdidos, quizás, en el remordimiento de sus actos.

Soy habitual de ese establecimiento y conozco a parte del personal. Pensé en comunicar el robo pero mi última mirada a aquel anciano encorvado, que la ropa le bailaba en su cuerpo, que sus ojos delataban y que sus manos temblaban le dijo a mi conciencia que respetara su acción. Y así lo hice.

De camino a la salida pensé muchas cosas menos en denunciarlo. Algo me decía que aquel el hurto era un signo de la deriva de nuestra sociedad. Que ese señor, que podría ser cualquiera de nosotros, en un acto de necesidad, de urgencia o de desvarío se había convertido en una señal de alarma, en una voz silenciosa, en la imagen real del abandono social que se está instalando en nuestras vidas de una forma insultante. Y ahí tengo esa imagen incrustada en la retina, parpadeante, como cuando el sol nos quema la vista y nuestra conciencia nos atrapa.